Resumen del libro El verdadero creyente: Sobre el fanatismo y los movimientos sociales por Eric Hoffer y Julio Seoane Rey (The True Believer)

Resumen del libro El verdadero creyente: Sobre el fanatismo y los movimientos sociales por Eric Hoffer y Julio Seoane Rey (The True Believer)

Resumen corto: ¿Por qué la gente se une a movimientos como el comunismo, el nacionalismo o el fascismo? ¿Por qué salen a las calles por movimientos sociales, políticos y religiosos? ¿Por qué millones de personas deciden seguir a un solo líder?

Eric Hoffer intenta responder a todas estas preguntas en The True Believer. Este libro se publicó por primera vez en 1951, cuando la gente aún tenía en mente lo que podía pasar cuando personas como Hirohito, Hitler, Stalin y Mussolini tomaban el poder. Muchos querian entender cómo nacieron estos movimientos, cómo pudieron causar situaciones como el Holocausto.

Cuando comprendamos la psicología de los movimientos sociales, sabremos qué inspira y motiva a actuar. Quizá el mejor uso de este libro para la mayoría de nosotros, es que nos ayudará a convertirnos en mejores líderes, comunicadores y ciudadanos.

¿Quién es Eric Hoffer?

Eric Hoffer, nacido en 1902, y durante gran parte de su vida fue estibador en San Francisco. En sus ratos libres, el autor tenia el hobby de estudiar la naturaleza humana, y con el tiempo sus ideas dieron lugar a 10 libros que han sido elogiados por profesores, diplomáticos y lectores habituales. En 1983 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos por su trabajo.

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Todos los movimientos sociales nacen de las mismas frustraciones

Según Eric Hoffer un movimiento “de las masas” es el término con el que se refiere a todos los movimientos sociales, políticos y religiosos. Un “verdadero creyente” es lo que él llama a los miembros más devotos de estos movimientos. 

Hoffer dice que, aunque estos movimientos pueden parecer diferentes al principio, todos están impulsados ​​por los mismos aspectos de la psicología humana. Todos los movimientos de masas ganan seguidores apelando a un conjunto de emociones, frustraciones y motivaciones personales. 

Solemos pensar que los distintos movimientos sociales son completamente opuestos, pero en realidad se suelen enfrentar a los mismos problemas, solo que aplican lentes diferentes. Por ejemplo, desde el punto de vista de un comunista el principal problema es que los intereses personales nos llevan a “actuar de forma poco justa” por lo que defiende el control por parte de una organización con poder regional, muchas veces un estado. 

Los capitalistas suelen considerar que tener una organización que controle todo suele llevar a ineficiencias y que por lo tanto el mercado debería regirse por si mismo, pero muchas veces olvidan que le pasa a los que estan al otro lado. Y los movimientos nacionalistas buscan un enemigo externo para generar un sentimiento de comunidad, el problema es que culpar a “alguien de fuera” no resuelve los problemas. En principio todos buscan mejorar la situación, pero como empiezan con una solución en mente les ciega a los problemas de estas.

Por ejemplo, Hitler veía a los comunistas alemanes como posibles nacionalsocialistas: “El socialdemócrata pequeño burgués y el jefe sindical nunca serán nacionalsocialistas, pero el comunista puede”. El capitán Röhm se jactó de que podía convertir al comunista más rojo en un nacionalista en cuatro semanas. 

Por otro lado, Karl Radek veía a los nazis como una reserva para futuros reclutas comunistas. En el libro de Orwell de Homenaje a Cataluña, podemos ver como una situación similar se dio en el bando de la república española, en la que al principio se ayudaban los grupos comunistas y anarquistas, pero que al final resultó en que unos grupos se comiesen a otros.

Hace años, los movimientos de masas eran religiosos. Así es como el cristianismo, el islam y el budismo crecieron de pequeñas comunidades a fuerzas mundiales. Hace mil años, el Papa tenia más poder que muchos monarcas, porque desde la caída del imperio romano, una de las pocas cosas que unía a las muchas naciones Europeas era la religión católica, que llego a ocupar su posición durante el mandato del emperador Constantino.

Sin embargo, en la historia reciente, los movimientos poderosos se han vuelto más nacionalistas y sociales. Por ejemplo, el movimiento nacionalista de Gandhi en India liberó a más de mil millones de personas del dominio británico, hoy mucha gente lo llama “Padre de la Nación”. 

El nacionalismo impulsó la Revolución de Independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa por la democracia, aunque en el proceso hizo mucho más daño del que habrían imaginado los que la iniciaron, la rápida modernización de Japón después su apertura gracias a la llegada del coronel Perry, o el increíble crecimiento de China después de adoptar el modelo economico más cercano al de libre mercado.

Todos los movimientos de masas apelan a frustraciones humanas similares, ya sean políticas, sociales o religiosas. 

Nos unimos a movimientos sociales cuando perdemos la esperanza en el día a día

Las personas que se sienten apreciadas y que tienen el control de su vida no suelen buscar refugio en los movimientos de masas. Si alguien se siente realizado, quiere que el mundo permanezca igual o mejore lentamente. No quieren un cambio radical porque tienen esperanza de lograr sus metas y sueños dentro del sistema existente. Creen que tienen el poder de mejorar su vida mediante su propio esfuerzo.

Por otro lado, un “verdadero creyente” que se convierte en parte de un movimiento de masas se siente frustrado, olvidado e impotente individualmente. Solos, se sienten vulnerables e indefensos frente a los peligros de la vida. No creen que su vida pueda mejorar a través de su propio esfuerzo, se unen a una causa para recuperar un sentido de poder en el mundo y esperanza.

Tendemos a culpar de nuestros fracasos a causas ajenas a nosotros. Quizás esta es una forma en que podemos preservar nuestro respeto por nosotros mismos cuando no nos va bien en la vida. Cuando fracasamos preferimos decir que es culpa de: la economía, “el sistema”, el gobierno, el capitalismo, los impuestos…. Y de esto es de lo que se aprovechan, cuando aparece un movimiento de masas que predica un cambio sistémico como respuesta, apela enormemente a esta parte de la naturaleza humana.

Unirse a un movimiento le da a una persona frustrada y desesperada una sensación de poder. Se les anima a culpar de sus deficiencias a elementos externos. A las personas que se sienten realizadas y en control de su vida no les importa cambiar el sistema existente.

Muchos de los que se unen a movimientos sociales buscan un sentimiento de comunidad

Cuando las personas se sienten impotentes y frustradas, la libertad que anhelan es ser libres de responsabilidad individual. Si alguien no tiene la capacidad de crear satisfacción en su vida, entonces la libertad se convierte en un problema. Es un recordatorio constante de que no están a la altura. En esta situación, es un alivio ceder la responsabilidad a un líder. Más que nada, quieren perder la conciencia de su yo individual que tanto se aleja de sus metas y sueños y convertirse en miembros anónimos de un grupo unificado.

Para estas personas, liberarse de la responsabilidad es más atractivo que liberarse de las restricciones. Están ansiosos por intercambiar su independencia por el alivio de la carga de decidir y ser responsables de un posible fracaso.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, casi todos los miembros nazis creían que no eran culpables de los crímenes que se habían cometido. Se habían unido al movimiento para liberarse de la responsabilidad individual, y según ellos, solo se dedicaban a acatar órdenes de acuerdo a lo que les dijeron que era correcto. Se sentían engañados cuando les dijeron que aceptaran la responsabilidad de lo que habían hecho mientras obedecían las órdenes. 

Unirse a un movimiento permite que alguien abandone la responsabilidad individual. Pueden estar libres de escrutinio individual y sentimientos de no ser suficientemente buenos, sienten que pueden aceptar darse por vencidos. Quizá rendirnos es de las peores cosas que podemos hacer. Ceder el control de nuestras vidas significa que no podemos cambiar su curso, y mucho menos quejarnos de lo que pueda pasar al final.

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