
Resumen del libro Work Simply Embracing the Power of Your Personal Productivity Style por Carson Tate
Reseña/Sinopsis: En Work Simply (2015), la autora Carson Tate se basa en su propia experiencia profesional para mostrarnos cómo ser más productivos. Al entender nuestro propio estilo de productividad, podemos hacer que el trabajo de la creciente pila de tareas sea más liviano y lograr nuestras metas de vida.
¿Quién es Carson Tate?
Carson Tate es coach, consultora y fundadora de Working Simply, una consultoría de gestión que trabajó con clientes de alto perfil como Coca-Cola y John Deere. Experto en productividad en la empresa, las ideas de Tate han aparecido en The New York Times, Fast Company y Forbes.
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Los cuatro estilos de productividad
Muchos de nosotros sabemos que muchos de los consejos de productividad no siempre son útiles.. Estas herramientas asumen que “una talla sirve para todos”. Sin embargo, cada persona tiene su propia forma de trabajar, y lo que ayuda a una persona a ser más productiva puede ser contraproducente para otra.
La forma más efectiva de empezar a trabajar mejor es examinarnos a nosotros mismos y abordar nuestro trabajo de una forma que se ajuste a nuestras necesidades y personalidad. Aquí es donde la evaluación del estilo de productividad puede ayudar.
La evaluación del estilo de productividad es una prueba que se basa en los hallazgos del gerente de educación en gerencia de General Electric, Ned Herrmann. Examina cómo el cerebro percibe, procesa, comprende, gestiona y comunica la información. Aunque hay muchas personalidades diferentes, el modelo de Hermann ofrece cuatro estilos particulares como guía para empezar nuestra evaluación.
El primero es el priorizador: Se caracteriza por ser eficiente con su tiempo y utiliza datos, análisis reflexivos y lógica para abordar y resolver problemas. En el trabajo, prioriza las tareas más importantes y se siente molesto cuando los compañeros charlan mientras hay trabajo por hacer.
El segundo es el planificador. Le encanta hacer listas, organizar datos y hacer las cosas en un orden particular. Cuando llega al trabajo, revisa su horario y ayuda en cualquier proyecto de última hora que sus compañeros más desorganizados esten luchando por terminar.
El tercero es el detallista, que trabaja bien con los demás y disfruta presentando la información visualmente, como en un diagrama de flujo colorido. Su principal preocupación: “¿Cómo puedo presentar la información de forma que sea facil de entender?” Y por último, está el visualizador, que puede entrar en una discusión acalorada y terminar una forma de organizar todos los puntos clave que resuelven los problemas de todos. Cuando toma decisiones, odia verse arrastrada por los datos, pero reunirá las opiniones de todos y las sintetizará en algo nuevo, incluso si es contrario a “cómo se ha hecho”.
¿Por qué nos cuesta tanto hacer lo que sabemos que deberíamos estar haciendo?
¿Nos encontramos haciendo cosas que no deberíamos, como comer chocolate o helados a pesar de nuestro deseo de perder peso? Esto se conoce como la brecha de comportamiento, la diferencia entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que hacemos. Este fenómeno está ligado a nuestro deseo natural de evitar el dolor mientras buscamos el placer, lo que nos lleva a actuar de forma irracional.
Una consecuencia es que con frecuencia caemos en lo que se conoce como sesgo de prueba social, en la que nos comportamos como quienes nos rodean sin detenernos a tomar nuestras propias decisiones. Esto se debe a que creemos que hacer lo que hacen los demás es más seguro. Esto se vio durante el auge de la burbuja del dotcom de la década de 1990. Todo el mundo parecía estar ganando dinero con sus inversiones; incluso la gente común empezó a pedir dinero prestado poniendo como aval su vivienda.
Pero cuando el NASDAQ perdió la mitad de su valor, la gente perdió sus inversiones y se endeudó quedandose muchos de ellos en la calle. Este tipo de razonamiento es lo que suele causar las burbujas, y es algo que solemos hacer de forma inconsciente en varias áreas de nuestra vida.
Otro de los elementos con los que deberíamos tener cuidado es la arrogancia. Long-Term Capital, un fondo de inversión administrado por premios Nobel, aprendió esta lección en la década de 1990. La junta directiva de la compañía, cegada por su propio pedigrí, estaba segura de que la empresa nunca perdería, pero acabo teniendo que ser rescatada por la Reserva Federal.
Estas circunstancias provocan una brecha de comportamiento: en lugar de actuar racionalmente, nos dejamos llevar por nuestras emociones. Para cerrar la brecha, debemos dejar de lado lo que Daniel Kahneman llama el sistema 1, nuestro sistema intuitivo, y pensar en las consecuencias a largo plazo de lo que hacemos.
La importancia de tener metas claras
¿Alguna vez hemos intentado encontrar un libro que leer en Amazon, solo para acabar frustrados porque hay demasiadas opciones y no nos podemos decidir? Tener tantas opciones y no saber la correcta, decidir y ver que en realidad la buena era otra hace que nos sintamos menos satisfechos
El efecto se incrementa cuantas más opciones tengamos y cuanto más tiempo dediquemos al proceso. Esto se debe al fenómeno llamado coste de oportunidad que hace referencia a cómo saber que existen otras opciones y lo que nos perdemos al no elegirlas hace que nos sintamos menos satisfechos.
Ver tantas opciones nos hace pensar que quizá hay una perfecta que cumple con todo lo que queremos pero la realidad es que no existe tal opción, todas tienen desventajas y es nuestro deber aprender a aceptarlas a veces.
Y lo mismo ocurre con nuestras metas, y el tipo de vida que queremos vivir. A menos que tengamos claro cómo queremos vivir y qué queremos conseguir, es casi imposible que nos acerquemos a nuestro ideal, necesitamos una visión clara de nuestro futuro. Quienes pueden visualizar su futuro no tienen que esperar a ver qué les depara la vida; en cambio, crean activamente sus vidas según sus deseos.
Sin importar lo que nos venga a la cabeza cuando pensamos en “el estilo de vida ideal”, lo importante es entender donde queremos llegar, y planificar nuestros días de forma que nos ayuden a acercarnos a nuestras metas.
Consideremos un día completo desde el amanecer hasta el atardecer. ¿Qué hacemos nada más despertarnos? ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿Nos despertamos al lado de nuestra pareja, desayunamos con nuestros hijos y luego nos vamos a trabajar para? ¿O estamos en una casa de campo disfrutando de la calma?
Al imaginar nuestro día ideal, deberíamos intentar hacer uso de todos nuestros sentidos ¿qué olemos, oímos, vemos y sentimos? Este ejercicio no solo nos da una mejor idea de lo que queremos, sino que también nos emociona y motiva para empezar a trabajar hacia nuestra meta. Ahora que tenemos una mejor idea de cómo es nuestra vida ideal, trabajemos para hacerla realidad.
