Resumen del libro Think Like a Rocket Scientist Simple Strategies You Can Use to Make Giant Leaps in Work and Life por Ozan Varol 

Resumen del libro Think Like a Rocket Scientist Simple Strategies You Can Use to Make Giant Leaps in Work and Life por Ozan Varol 

Reseña/Sinopsis: Think Like a Rocket Scientist (2020) revela las estrategias que utilizan los ingenieros espaciales para innovar, resolver problemas y hacer realidad lo inimaginable. Al aprender las técnicas que los científicos usan todos los días, obtendremos poderosas herramientas que nos ayudarán a cumplir nuestros sueños tanto profesionales como personales. 

¿Quién es Ozan Varol?

Ozan Varol abarca la ciencia espacial, el derecho y la autoría de libros de no ficción. Ex miembro del equipo Mars Exploration Rovers de 2003, Varol escribió Think Like a Rocket Scientist para ayudar a los no científicos a alcanzar su máximo potencial. Sus artículos premiados se enseñan en universidades y escuelas de posgrado, y su trabajo ha aparecido ampliamente en los medios estadounidenses e internacionales. 

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El espíritu de la ciencia

Los ingenieros y científicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA tienen una extraña tradición. En los momentos cruciales de cada misión espacial, mastican cacahuetes. Este fenómeno empezó cuando una nave espacial Ranger se lanzó con éxito después de una larga serie de errores, y por casualidad un ingeniero había llevado una bolsa de cacahuete al control de la misión ese día. 

Desde entonces, se comen cacahuetes en cada lanzamiento para ahuyentar la “mala suerte”. Esto demuestra que incluso los más científicos entre nosotros temen la incertidumbre.  Nos involucramos en rituales extraños, como comer cacahuete o usar nuestros jeans de la suerte, para recuperar la sensación de control. No podemos evitar sentirnos así. 

El miedo a lo desconocido ayuda a mantener a nuestros antepasados a salvo de los tigres dientes de sable. Pero cuando evitamos la incertidumbre por completo, nos cerramos a nuevas posibilidades. Los científicos no ven la incertidumbre como algo que temer. Cuando se enfrentan a una habitación oscura y llena de sombras, no se dan la vuelta como la mayoría de nosotros. Buscan hasta que encuentran un interruptor de luz. Una vez que la luz está encendida, pueden evaluar lo que han encontrado. Puede haber algo curioso en la habitación, o puede haber otra puerta que conduzca a otro misterio. 

La incertidumbre no hace que los científicos entren en pánico. Los vigoriza. En lugar de preocuparse por los monstruos que podrían estar al acecho en los rincones, se centran en todas las cosas asombrosas que esperan ser descubiertas. Hay algunos pasos prácticos que podemos tomar para entusiasmarnos con lo desconocido, en lugar de dejar que nos inhiba. 

Empezar por preguntarnos cuál sería el peor resultado posible. A continuación, debemos tener en cuenta la probabilidad de que ocurra ese resultado. Escribir estos pensamientos los pone en perspectiva, ya que la tragedia rara vez ocurre. La mayoría de las veces, veremos que las cosas que más valoramos seguirán intactas, incluso si se desarrolla el peor escenario. Reconocer esto desarma nuestros temores de aventurarnos por un nuevo camino. Una vez que hayamos enfrentado nuestros temores, seremos libres para emprender nuestro viaje y ver lo que corrimos para lograr.

El modelo mental de los principios base

El empresario tecnológico Elon Musk tenía un problema: uno de €20 millones, quería lanzar una empresa espacial para seguir su sueño de establecerse en Marte. Pero no podía permitirse un solo cohete. Las empresas aeroespaciales que los construyeron subcontrataban el trabajo a subcontratistas, quienes a su vez subcontrataban a otros, creando una especie de cadena de intermediarios que solo aumentaba el precio. 

Todos esos márgenes se sumaron a un artículo ya costoso, haciéndolo inalcanzable. Musk estaba a punto de darse por vencido cuando tuvo una revelación. Se preguntó qué le permitía ir al espacio. La respuesta fue un cohete. ¿Y qué forma un cohete? Materias primas. 

Después de algunos cálculos, Musk descubrió que esos materiales cuestan solo el 2 por ciento del precio promedio de un cohete. Y si Musk hiciera la mayor parte de la fabricación internamente, tendría un control mucho mayor sobre la calidad y el presupuesto. Musk podría empezar a trabajar para lograr su sueño. 

La vida está llena de rutinas y rituales que seguimos sin cuestionarnos. Nos levantamos a la misma hora, tomamos la misma ruta al trabajo y almorzamos lo mismo. Esto tiene un propósito, simplemente no tenemos el tiempo o el espacio mental para analizar cada decisión que tomamos. 

Pero cuando seguimos ciegamente rutinas obsoletas, terminamos dando prioridad al proceso por encima del resultado. En lugar de cuestionarnos si existe una forma mejor de hacer algo, nos quedamos atrapados en hábitos que obstaculizan las ideas originales. 

Podemos liberarnos de las rutinas restrictivas abrazando a nuestro ingeniero espacial interior. Los científicos espaciales utilizan el pensamiento de principios base. Este método nos pide que cuestionemos sistemáticamente todos los aspectos posibles de una situación, hasta llegar a una verdad indiscutible. Por ejemplo, que necesitamos materias primas para construir un cohete. 

Durante este ejercicio, deje de lado todas las suposiciones sobre lo que se ha hecho en el pasado. Esto nos llevará más allá de los límites establecidos, como creer que solo las agencias espaciales financiadas por el gobierno pueden permitirse cohetes.

De esa forma, entramos en el reino del pensamiento innovador. Para identificar qué procesos desafiar con el pensamiento de los primeros principios, reflexionemos sobre por qué hacemos algo de cómo lo hacemos.

Al justificar nuestra respuesta, es mejor asegurarnos de que nuestra explicación se relacione con nuestras circunstancias actuales, no con lo que creemos que es cierto o nos han dicho otras personas. Al igual que Musk, podemos descubrir que al forjar nuestro propio camino, podemos lograr ese objetivo ambicioso.

La técnica de los experimentos mentales

Cuando tenía 16 años, Albert Einstein reflexionó sobre lo que sucedería si pudiera observar la luz mientras se movía a la misma velocidad. Sabía que esto estaba más allá del alcance de su cuerpo, pero imaginar esta situación sentó las bases de lo que se convirtió en la teoría especial de la relatividad, una década después. 

Nikola Tesla también usó su imaginación como su laboratorio. Dedicó horas a planificar mentalmente sus inventos, antes de esbozarlos. Su mente fue el primer campo de pruebas para su sistema de corriente alterna, del que nos beneficiamos todos los días. Ni él ni Einstein habrían logrado sus increíbles avances si sus vidas hubieran estado llenas de distracciones. 

La creatividad necesita tiempo y espacio. Por eso tantos lugares de trabajo modernos son tan poco creativos. La mayoría de nosotros estamos atrapados en un ciclo de trabajo repetitivo. Cada correo electrónico que enviamos genera otro correo electrónico, que nos sentimos obligados a responder de inmediato. Estamos bajo tanta presión para obtener resultados y ofrecer ese pequeño margen como para desarrollar la curiosidad y la exploración necesarias para forjar un nuevo camino. 

Antes de que nos demos cuenta, hemos olvidado que una vez fuimos niños a los que les encantaba descubrir, que no dejaban de hacer preguntas sobre el mundo. Pero ese sentido infantil de asombro es esencial si queremos encontrar soluciones innovadoras para los problemas. Por suerte, no es difícil volver a conectar con nuestro niño interior de siete años. Todo lo que tenemos que hacer es ejecutar un experimento mental. 

Los experimentos mentales nos ofrecen el espacio para considerar una pregunta específica en un mundo paralelo donde la realidad funciona de forma diferente. Esto nos libera de limitaciones como habilidades, acceso a recursos o incluso, como en el caso de Einstein, realidad física. 

El objetivo no es  dar con la respuesta correcta, sino obtener información al forzarnos a salir de patrones de pensamiento obsoletos. Agregar huecos a nuestro horario fomenta los experimentos mentales. Cuando a nuestra mente se le da permiso para divagar, las áreas de nuestro cerebro responsables de la creatividad cobran vida.Muchos autores, como JK Rowling, defienden el aburrimiento.

En 1990, antes de que se inventaran los teléfonos, el tren de Rowling de Manchester a Londres se retrasó cuatro horas. La historia de Harry Potter surgió en su mente mientras estaba atrapada en la estación sin nada que hacer. Imaginemos lo que nuestra mente podría darnos si le permitiéramos divagar.

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