
Resumen del libro The Life You Can Save Acting Now to End World Poverty por Peter Singer 2019
Resumen corto/Sinópsis: The Life You Can Save (2019) estudia las consecuencias morales de la pobreza. Este ensayo nos invita a reflexionar sobre el estado actual de nuestra sociedad, y como las distintas tendencias, como la de la concentración de la riqueza pueden afectar al futuro de nuestra sociedad.
¿Quién es Peter Singer?
Peter Albert David Singer AC es profesor Ira W. DeCamp de bioética en la Universidad de Princeton, es fundador de The Life You Can Save y cofundador de Animals Australia y un intelectual con gran presencia pública y de renombre mundial. Es un especialista en ética aplicada que aborda las cuestiones éticas desde un punto de vista secular y utilitario. Liberación Animal, Ética Práctica y Un Mundo: Ética y Globalización se encuentran entre sus obras fundacionales de la filosofía contemporánea.
El libro que le llevo al “estrellato” fue Animal Liberation (1975), en el que aboga por el veganismo, y su ensayo “Famine, Affluence, and Morality”, en el que aboga por la donación para ayudar a los pobres. Fue un utilitarista de preferencia durante la mayor parte de su carrera, pero afirmó en El punto de vista del universo (2014), en coautoría con Katarzyna de Lazari-Radek, que se había convertido en un utilitarista hedonista.
Singer presidió dos veces el departamento de filosofía de la Universidad de Monash, donde fundó el Centro de Bioética Humana. Postuló sin éxito para el Senado de Australia como candidato de los Verdes en 1996. Singer fue nombrado Humanista Australiano del Año por el Consejo de Sociedades Humanistas de Australia en 2004. El Sydney Morning Herald lo nombró uno de los diez intelectuales públicos más influyentes de Australia en 2005.
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Peter Singer sobre la pobreza en el mundo
Cuando el filósofo Peter Singer da un curso de introducción a la ética, siempre comienza con la misma pregunta. Les cuenta a sus alumnos una historia sobre cómo se encontró con un niño pequeño que se ahogaba en un lago poco profundo mientras caminaba hacia el trabajo. Podría salvar al niño fácilmente, pero eso arruinaría sus zapatos nuevos.
Ante esta situación hipotética, todos los estudiantes responden que ayudarían al niño sin problemas.
Pero en 2017, 5,4 millones de niños menores de cinco años murieron a causa de enfermedades que podrían haberse evitado. ¿Cuántos estudiantes gastaron dinero en zapatos nuevos que podrían haberse destinado a una buena causa? Esta segunda pregunta es un poco más inquietante, y demuestra la realidad de que nuestras acciones no siempre se corresponden con nuestra brújula moral.
Cada día hay miles de personas que sufren y mueren en todo el mundo porque no pueden pagar sus necesidades básicas. Según el Banco Mundial, 736 millones de personas vivian en lo que se considera una situación de pobreza en 2018. En un país como Sierra Leona, donde los niveles de pobreza son altos, uno de cada 13 niños muere antes de cumplir los cinco años.
En países más ricos como Australia, lugar de nacimiento de Singer, solo una de cada 263 personas muere debido a la pobreza. Esto no significa que no haya habido avances en la situación. Hemos logrado grandes mejoras en las últimas décadas, las tasas de pobreza en todo el mundo se han reducido casi a la mitad desde 1993. Asia oriental experimentó la caída más dramática, con una tasa de pobreza que cayó del 60 % en 1900 al 2,3 % en 2015. A los países más ricos también les está yendo bien. A partir de 2018, aproximadamente la mitad de la población es de clase media o superior, lo que implica que tienen dinero extra para gastar en bienes de consumo, vacaciones u otros gastos no planificados.
Pero esto no significa que estemos cerca de erradicar la pobreza. Y Singer plantea que, dada la abundancia de riqueza en el planeta, ¿por qué permitimos que millones de personas mueran porque no pueden pagar una nutrición adecuada o atención médica básica? ¿Por qué no hemos reducido la pobreza a cero si sabemos que podemos?
Peter Singer sobre los sesgos cognitivos que afectan a las donaciones
Es el año 1987 y Midland, Texas, es el centro de atención. Jessica McClure, una niña pequeña, se ha caído a un pozo. Las noticias han estado cubriendo a Gwen sin parar durante los últimos dos días mientras los servicios de rescate trabajan para llevarla a un lugar seguro. Los espectadores cautivados han donado millones de euros, sin darse cuenta de que en ese mismo periodo casi 70.000 niños han muerto en todo el mundo como resultado de causas prevenibles relacionadas con la pobreza.
Pero a diferencia de cuando una de estas situaciones pasa en Europa o Estados Unidos, las donaciones de millones de euros para salvar a estos niños son pocas y esporádicas. Sus vidas parecen no merecer siquiera unos segundos en las noticias. Nuestros principios dependen mucho más de las circunstancias de lo que creemos, y hay una serie de sesgos cognitivos que nos impiden actuar de una forma éticamente coherente.
La mayoría de las personas afirman que salvar vidas es una prioridad. Sin embargo, nuestras acciones no reflejan esta creencia. Esto se debe en parte a cómo tomamos decisiones sobre cuándo y cómo ayudar. Es más probable que las personas den dinero para salvar la vida de alguien que conocen o sientes que es como ellos, que varias anónimas.
Nuestras decisiones sobre donar a organizaciones benéficas que salvan vidas a menudo están influenciadas por factores distintos a la cantidad de personas a las que podemos ayudar. Los investigadores pidieron a dos grupos que donaran a Save the Children. El primer grupo consiguió amplias declaraciones sobre cómo se podría dar un buen uso a su dinero.
Al segundo le dijeron que su dinero se usaría para ayudar a Rakia, una niña de Malawi de siete años. El segundo grupo donó significativamente más porque tenían un vínculo emocional más fuerte.
Nuestras decisiones de dar o no donar también están influenciadas por nuestros sentimientos de futilidad, es decir, cuánto efecto estamos teniendo realmente. En un estudio, se les dijo a los participantes que brindar ayuda podría salvar a 1500 personas en un campo de refugiados. Al primer grupo le dijeron que el campamento tenía 3.000 residentes en total, y 10.000 según el otro. El primer grupo dio más dinero en este caso, porque creían que su donación salvaría a la mitad del campamento, mientras que el segundo grupo creía que su donación tendría poco impacto. Por supuesto, ambos grupos salvarían la misma cantidad de personas, pero nuestro cerebro no suele actuar de acuerdo a la lógica.
Estos son dos ejemplos de cómo el pensamiento afectivo y emocional influye en nuestras decisiones. Según Peter Singer, este sesgo se debe en parte a las presiones evolutivas que nos han hecho más sensibles al sufrimiento cuando ocurre en pequeña escala y frente a nuestros ojos. Por eso es importante entender como funciona nuestra mente, porque entenderlo nos puede ayudar a tomar mejores decisiones sobre cómo ayudar a los demás.
¿Cómo podemos crear una cultura de generosidad?
Imaginemos que estamos escuchando un programa en directo. Escuchamos al presentador solicitando donaciones para la campaña anual de recaudación de fondos y aunque al principio no le prestamos mucha atención las cosas cambian a medida que empieza a mencionar las donaciones en tiempo real.
Alguien da 10 euros y otro añade unos 30, y a medida que escuchamos como otras personas donan dinero, sentimos el deseo de participar. Esto es lo que se conoce como prueba social. Escuchar sobre la generosidad de otras personas nos inspira a hacer lo mismo. Esto se debe a que las personas se alinean con su “grupo de referencia”, o las personas y las comunidades que las rodean.
Por eso, si queremos que las personas den más dinero a buenas causas, hacer del altruismo un esfuerzo comunitario es una gran estrategia. Podemos impulsar las donaciones benéficas cultivando una cultura de generosidad.
Crear una cultura de generosidad implica establecer un mundo en el que donar dinero y recursos a causas benéficas sea la norma. Una forma de hacerlo es promover la noción de que donar se convierta en un hábito común. Según los estudios, las personas donan más dinero cuando creen que otros también lo harán. Según un estudio realizado en Suecia, decirles a los estudiantes que el 73% de sus compañeros de clase donaron a la caridad casi duplicó la tasa de donaciones de la escuela.
Otra estrategia es crear comunidades y organizaciones que tengan la generosidad como uno de sus principios fundamentales, y con ello fomentar sistemáticamente el altruismo. Giving What We Can es un ejemplo de este tipo de iniciativas. Los miembros de esta organización deben firmar un compromiso de donar al menos el 10 % de sus ingresos a causas que consideran importantes. Desde su creación en 2007, los 4000 miembros de la organización han recaudado casi millones y están en camino de recaudar $1500 millones.
The Giving Pledger, una organización similar, ha reunido a más de 40 multimillonarios para hacer un compromiso similar. Hacer que dar sea la opción predeterminada, en lugar de pedirle a la gente que dé dinero una vez que ya ha entrado es una estrategia más efectiva. Empresas como CommBank incorporan sistemas de donación automática en los contratos de sus empleados. A menos que el empleado solicite lo contrario, el 1% del salario de todos se dona a la caridad. Si comenzamos a actuar como si dar fuera una parte natural de nuestras vidas, puede convertirse en un hábito a nivel de toda nuestra sociedad.
