Resumen del libro ¿Por qué las cebras no tienen úlcera? por Robert Sapolsky (Why Zebras Don’t Get Ulcers)
Reseña/Sinópsis: ¿Por qué las cebras no tienen úlceras? (1994) explica vívidamente la biología del estrés y su impacto en nuestras vidas, demostrando cómo reducir el estrés puede ser una forma efectiva de lidiar con problemas inmediatos a la vez que reducir serios riesgos para la salud a largo plazo. El autor proporciona una gran cantidad de consejos sobre cómo manejar el estrés.
¿Quién es Robert Sapolsky?
Robert Sapolsky es un profesor de la universidad de Stanford que trabaja en el campo de la neurología y el estudio del comportamiento humano. Sus clases sobre el comportamiento humano son unas de las mejores introducciones al campo. Es autor de libros como El problema con la Testosterona y Memorias de un primate.
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Estamos estresados
No podemos dormir a las dos de la mañana, a pesar de que mañana por la mañana tenemos una presentación que definirá nuestra carrera. Estamos estresados. Situaciones como esta son parte de la experiencia humana. Pero, ¿por qué nos sentimos estresados en primer lugar?
Mirando al resto del reino animal, vemos que el peligro físico y el riesgo activan respuestas de estrés. Considerémonos una cebra en la sabana: lo más estresante que podría pasarle es huir de las fauces de un león. Alternativamente, si fuéramos el león, el estrés provendría de perseguir a una cebra mientras nos morimos de hambre.
Ambas situaciones, aunque distintas, son crisis que deben abordarse para garantizar la supervivencia. Algunos animales están sujetos a estrés físico crónico. Consideremos tener que caminar docenas de millas todos los días para encontrar comida o agua. Sin embargo, para los humanos, la fuente más común de estrés es psicológica: estrés que simplemente creamos en nuestras cabezas.
Consideremos situaciones como atascos de tráfico, plazos inminentes, no poder encontrar un lugar para estacionar o discusiones acaloradas con familiares o seres queridos. Ninguna de estas situaciones requiere un esfuerzo físico extremo, ya que se resuelven mediante peleas a puñetazos o escapadas por los pelos. De todos modos, causan estrés en nuestras mentes.
Los seres humanos se preocupan por lo que podría suceder en el futuro, por ejemplo, por la hipoteca, próximas entrevistas de trabajo, fondos de jubilación, etc. Esto tiene sentido cuando tenemos la oportunidad de movilizar un plan para hacer frente a estos factores estresantes, pero no tiene sentido cuando no podemos influir sobre la situación que nos preocupa. Desde un punto de vista evolutivo, el estrés psicológico sostenido es un fenómeno relativamente nuevo.
¿Cuándo fue la última vez que alguien nos asustó?
Estábamos bien despiertos, concentrados y sentíamos cada fibra de nuestro cuerpo en ese momento. Pero, ¿qué es lo que nos hace sentir así? El sistema nervioso autónomo, que asegura que nuestros cuerpos funcionen sin nuestro control consciente, es responsable de esta reacción.
Controla todas nuestras acciones involuntarias, como sonrojarse, respirar, la piel de gallina y los orgasmos. El sistema nervioso autónomo se compone de dos sistemas opuestos. La interacción de estos sistemas es fundamental para cómo respondemos al estrés. Durante emergencias reales o reconocidas, el sistema nervioso simpático interviene, mediando la vigilancia, la excitación, la activación y la movilización.
Este sistema regula cuatro reacciones huir, luchar, asustarse y sexo. Comenzando en el cerebro, el sistema se extiende a todos los órganos, vasos sanguíneos y glándulas sudoríparas de nuestro cuerpo, hasta llegar a los diminutos músculos en la base de cada uno de nuestros cabellos.
Esto explica por qué se nos pone la piel de gallina cuando nos sobresaltamos. El sistema nervioso simpático se opone al sistema nervioso parasimpático, que media en la calma y la actividad vegetativa. Este sistema fomenta el crecimiento, el almacenamiento de energía, la digestión y otros procesos relacionados. Como resultado, el sistema nervioso acelera nuestro corazón, y el sistema nervioso parasimpático lo ralentiza.
Estos sistemas son dinámicos, pueden activarse a diferentes velocidades y durante diferentes períodos de tiempo. Nuestros nervios, pueden activarse con una precisión , permitiéndonos estimular o inhibir la actividad de un órgano específico. También es bueno, porque las respuestas rápidas al estrés son fundamentales para la supervivencia: si necesitamos escapar de un depredador, debemos aumentar nuestro ritmo cardíaco ahora mismo, no en cinco minutos.
Además, el cerebro libera hormonas en el torrente sanguíneo que, aunque son más lentas que las reacciones de estrés del sistema nervioso, tienen efectos duraderos en todo el cuerpo. Sin embargo, tener niveles crónicamente altos de estas hormonas dificulta las respuestas normales al estrés y la recuperación.
La biología del estrés
El estrés consiste en maximizar la energía que los músculos tienen a su disposición en todos los mamíferos. Mientras que las bacterias pueden permanecer inactivas para sobrevivir en ausencia de alimentos, y las plantas pueden desarrollar veneno para evitar ser comidas, los mamíferos deben trabajar para encontrar comida y huir del peligro.
Esto requiere el uso de nuestros músculos. Las células transportan la glucosa y la grasa al torrente sanguíneo para aumentar nuestros niveles de energía. Además, nuestra frecuencia cardíaca, presión arterial y frecuencia respiratoria aumentan para transportar nutrientes y oxígeno más rápido.
Mientras esto pasa, todas las funciones corporales que no contribuyen a resolver el peligro inmediato se suspenden para conservar energía. La digestión y la reparación de tejidos, por ejemplo, se ralentizan, mientras que el deseo sexual se reduce y el sistema inmune se suprime.
Si somos un ciervo que huye de un lobo hambriento, es mejor gastar nuestra energía ayudándonos a correr que hacer crecer las astas, producir esperma o controlar infecciones que no amenazan la vida. Además, el estrés mejora ciertas capacidades cognitivas y sensoriales y agudiza nuestros sentidos. Nos asustamos con los ruidos más pequeños cuando vemos una película de terror.
Aunque por desgracia estas precauciones son beneficiosas, también son perjudiciales para el cuerpo a largo plazo. Nada en el cuerpo se reparará si apagamos las funciones de mantenimiento a largo plazo. Como resultado, tendremos menos exceso de energía, lo que significa más fatiga, mayor riesgo de úlceras y una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas.
Deberíamos tener una buena comprensión de las reacciones naturales de estrés de nuestro cuerpo en este punto.
