
Resumen del libro Perdiendo el Edén por Lucy Jones (Losing Eden)
Reseña/Sinópsis: Perdiendo el edén (2020) investiga cómo nuestra tendencia a alejarnos de la naturaleza está contribuyendo a una crisis mundial de salud mental y cómo podemos reintroducir la naturaleza en nuestras vidas. La autora Lucy Jones nos lleva a un viaje fascinante a través de nuevas investigaciones científicas que demuestran por qué conectar con la naturaleza es esencial para nuestra salud y bienestar, a la vez que crea conciencia sobre los efectos alarmantes de su ausencia.
¿Quién es Lucy Jones?
Lucy Jones es periodista y autora de Foxes Unearthed (2015). Anteriormente trabajó para NME y Daily Telegraph, y escribió sobre cultura, ciencia y naturaleza para BBC Earth, BBC Wildlife, The Sunday Times, The Guardian y New Statesman.
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La naturaleza afecta a nuestra salud más de lo que creemos
Cuando la autora Lucy Jones se estaba recuperando del alcoholismo, cuatro factores la ayudaron a reanudar su vida: la psicoterapia, la medicación, su comunidad y la naturaleza. Esto último la sorprendió. lo descubrió casi por casualidad cuando se mudó a un nuevo apartamento y se apegó emocionalmente a un peral frente a la ventana de su dormitorio.
Jones disfrutó mirándolo: enraizado, creciendo, cambiando y viviendo. Cuando se instalaron andamios lejos del sitio de construcción en el apartamento de sus vecinos de arriba, bloqueando su vista del árbol, se dio cuenta de cuánto confiaba en la paz que le brindaba. Su salud mental empezó a deteriorarse.
Se dispuso a descubrir por qué, y se topó con una nueva e importante área de investigación científica que investiga cómo el contacto con la naturaleza afecta nuestras mentes. El contacto con entornos naturales promueve una mejor salud mental y física a nivel celular, según información científica emergente.
Además, los cuerpos de las personas contienen muchas más células microbianas que células humanas. La microbiota promueve la salud cuando es diversa, lo que se logra a través de la exposición a una amplia gama de organismos, que se encuentran más comúnmente al aire libre.
Tener una microbiota sana tiene el potencial de tratar o prevenir la inflamación sistémica crónica, que se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, trastornos inflamatorios y depresión.
Tomemos, por ejemplo, un estudio de 2018 que analizó a 20 hombres jóvenes que habían crecido en la ciudad o en el campo. Se les pidió que prepararan un discurso y completaran una difícil prueba de aritmética mental.
Las personas que viven en las ciudades tienen una mayor cantidad de glóbulos blancos y citocinas proinflamatorias en la sangre, así como una mayor respuesta al estrés social, lo que sugiere que tienen un mayor riesgo de inflamación crónica. La gente hoy en día vive en ciudades, pasa más tiempo en el interior y tiene poca exposición a los diversos organismos que componen el mundo natural.
Esto está conduciendo a la extinción de la experiencia, como acuñó el término el ecologista y entomólogo estadounidense Robert Pyle. Esto describe un círculo vicioso que conecta la apatía con la destrucción ecológica: la extinción de especies conduce a la ignorancia y al desgaste de nuestra conexión con el mundo natural, lo que conduce a la apatía hacia el planeta. Esto, a su vez, provoca aún más extinción, lo que exacerba los problemas de salud mental causados por un mundo más árido.
¿No nos sentimos más cómodos caminando por un parque que en una calle?
Según la hipótesis de la biofilia del biólogo Wilson, se trata de una preferencia genética. Wilson acuñó el término “biofilia” en su libro de 1984 del mismo nombre, estableciendo la noción de que los humanos tienen una afinidad genéticamente determinada por la naturaleza.
Incluso si las personas no sienten una conexión innata con la naturaleza, nuestros brazos están marcados por nuestras respuestas y comportamientos evolutivos pasados, según Wilson.
Hoy en día, los investigadores están probando con éxito la hipótesis de la biofilia de Wilson utilizando la teoría del hábitat: la idea de que la mayoría de nosotros vivimos en pastizales similares a parques con grupos de árboles y agua.
Según una nueva investigación, nos sentimos atraídos por la naturaleza por razones “arraigadas en un pasado genético lejano”. Como ejemplo: Gordon Orians, profesor de biología en la Universidad de Washington, colaboró con la psicóloga Judith Heeringen para examinar los planos “antes” y “después” del célebre arquitecto paisajista británico del siglo XVIII, Sir Humphry Repton.
Plantearon la hipótesis de que Repton intentaría mejorar los terrenos de las propiedades privadas y las casas de campo incorporando elementos “parecidos a la sabana” en sus diseños. Descubrieron que Repton incluía con frecuencia grupos de árboles y vistas abiertas, que describieron como “el hábitat en el que vivieron los humanos durante millones de años”.
Los exitosos diseños “después” de Repton implican que tenemos una preferencia innata por los diseños de paisajes que se remontan a los estilos de vida de nuestros antepasados cazadores-recolectores, quienes pasaban más tiempo al aire libre que el humano moderno promedio.
Una nueva forma de terapia
El término shinrin-yoku fue acuñado a principios de los años ochenta por Tomahide Akiyama, Director General de la Agencia de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón. En ese momento, los japoneses comenzaron a practicar los “baños de bosque” porque creían que estar en la naturaleza era beneficioso.
Cuando consideramos la relación de siglos que los japoneses tienen con los bosques, tiene sentido que la actividad de los paseos por el bosque se haya desarrollado allí. Según el autor, Japón es una civilización forestal, cuya cultura, religión y filosofía están ligadas a los bosques.
Dos tercios del país están cubiertos de bosques. Los practicantes de las principales religiones, el sintoísmo y el budismo zen, creen que los bosques son espacios divinos, y los cuentos populares japoneses tratan sobre dioses que habitan en los árboles llamados kodama. Los festivales y las tradiciones en Japón giran en torno a la naturaleza, y un ejemplo es el hanami, festival dedicado a ver las flores del cerezo, sakura, y juntarse con seres queridos para disfrutar de algo de calma en la naturaleza.
A pesar de su profunda relación con la naturaleza, muchos japoneses hoy en día están desconectados del mundo natural. Un 78 por ciento de la población vive en ciudades. Esta tendencia de urbanización no es exclusiva de Japón.
El mundo se está volviendo cada vez más urbano; se estima que, para el año 2050, el 75 por ciento de la población mundial vivirá en ciudades. Aunque vivir en la ciudad tiene ventajas definidas, aumenta el estrés. Y más estrés conduce a mayores posibilidades de desarrollar condiciones de salud como cáncer, derrames cerebrales y ataques cardíacos. La buena noticia es que los paseos por el bosque pueden ser la solución que buscamos.
