Resumen del libro Comida de los dioses Terence McKenna 1992 (Food of the Gods)

Resumen del libro Comida de los dioses Terence McKenna 1992 (Food of the Gods)

Resumen corto: Food of the Gods dice que los hongos de psilocibina fueron responsables del rápido crecimiento evolutivo del cerebro humano. También habla de cómo nuestras relaciones con las plantas psicoactivas (incluida la cafeína, el azúcar y el alcohol) dieron forma a las culturas humanas. Finalmente, cómo podemos restaurar tanto nuestro equilibrio a nivel personal, como el equilibrio social y ecológico en el mundo.

¿Quién es Terence McKenna?

Terence McKenna fue conferenciante, autor y etnobotánico, que se dedicó a estudiar cómo ciertas plantas dieron forma a las culturas humanas.

En este libro “La comida de los dioses”, revela su teoría de que las plantas psicoactivas pueden haber catalizado la expansión del cerebro humano, lo cual según él, permitió que llegásemos a desarrollar nuestro cerebro en tan solo 3 millones de años. Esto sucedió a una velocidad que aún asombra a los científicos. Fue este crecimiento en la inteligencia lo que nos permitió extendernos con éxito por todo el planeta y ahora sentarnos en la cima de la cadena alimentaria.

Sin embargo, este éxito tuvo un coste. Con las ciudades y la tecnología modernas, la gente se siente más sola que nunca. Esto se puede ver en las tasas cada vez más altas de enfermedades mentales y el uso de fármacos. 

Según McKenna volver a despertar nuestra relación con ciertas plantas psicoactivas puede  ayudarnos a salir de estas tendencias negativas, al permitirnos experimentar la conexión que existe entre nosotros y la naturaleza.

“Es la marca de una mente educada poder pensar algo sin aceptarlo”. -Aristóteles

Algunas partes de la teoría de McKenna probablemente se irán corrigiendo o desmintiendo a medida que se descubran nuevos hallazgos científicos y arqueológicos. Sin embargo, esto no quita que sus ideas tengan el poder de estimular nuevas ideas y perspectivas sobre nuestra relación con las plantas psicoactivas.

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Las relaciones entre humanos y plantas moldean la cultura y lo han hecho durante milenios

En el Parque Nacional Gombe Stream (que se encuentra en Tanzania, África Oriental), los científicos notaron que una tribu de chimpancés estaba haciendo algo extraño pero fascinante. 

Los científicos vieron que un tipo de hoja seguía apareciendo sin digerir en los excrementos de chimpancé de la tribu. Se preguntaron: “¿Por qué estos chimpancés estarían comiendo hojas que no podían digerir?” Y la historia se vuelve más extraña.

Cada 10 días, los chimpancés se despertaban y en lugar de ir a su lugar normal para comer frutas, caminaban más de 20 minutos para encontrar estas hojas indigeribles, que los científicos notaron que eran de la planta Aspilia. Los chimpancés se lo pasaban por la boca durante un minuto y luego se lo tragaban entero. Repitieron esto con unas 30 hojas pequeñas y luego se fueron.

Este comportamiento era un misterio para los investigadores, hasta que un día se enteraron de dos nuevos descubrimientos relacionados con la familia de plantas Aspilia. Primero, un bioquímico de UC Irvine llamado Eloy Rodríguez, había descubierto una sustancia química en las hojas de Aspilia llamada thiarubrine-A. 

Y Neil Towers, de la Universidad de Columbia Británica, estaba estudiando el mismo compuesto pero procedente de una planta diferente. Y descubrió que la tiarubrina-A actuaba como un antibiótico, matando bacterias y ayudando a deshacerse de los parásitos en el tracto intestinal.

Ahora el extraño comportamiento de los chimpancés comenzaba a tener sentido. Los científicos se preguntaron si los nativos que vivían cerca del parque conocían las hojas. Y resulta que  usaban las hojas para tratar heridas y dolores de estómago. Los nativos solo usaban hojas de 3 de las 4 especies locales de Aspilia, y estas eran las mismas 3 especies que usaban los chimpancés.

Durante miles de años, nuestras relaciones con las plantas han moldeado la cultura humana de forma profunda. Al igual que algunos chimpancés se desvían de su camino para obtener hojas medicinales, los humanos hemos reorganizado vastos imperios para acceder a ciertas sustancias vegetales. 

Pero al igual que un pez dorado no puede ver el agua en la que nada, estas relaciones entre las plantas son lo que somos y no somos conscientes de ellas. Veamos el azúcar como ejemplo.

La fijación europea del azúcar

Hasta el siglo XVII, el azúcar era un bien escaso y de lujo en Europa. A excepción de algunos reyes y nobles, la gente nunca había comido azúcar. Más tarde, en la década de 1700, el azúcar se volvió más barato y llegó a estar disponible para la clase media por primera vez. Y tan pronto como la gente lo probó, la demanda aumentó. 

Según la BBC, pasó de se cuadruplicó en 1800 y luego se volvió a duplicar en 1850. Casi al mismo tiempo, se empezó a importar té, café y cacao. Se hicieron populares por su sabor, porque son todos estimulantes y porque se hierven para su consumo, lo que ayudó a detener la propagación de enfermedades transmitidas por el agua que eran un gran problema en ese momento. 

Otro dato importante es que estas sustancias son amargas, y la gente las bebe con azúcar. La locura por el café, el té y el cacao reforzó la locura por el azúcar. Y en un par de cientos de años, estas cuatro sustancias vegetales pasaron de ser casi desconocidas a ser consumidas por todos. Y se convirtieron en la base de los imperios comerciales.

En 1750, el azúcar constituía una quinta parte de las importaciones europeas, incluso más que los cereales. Para satisfacer la demanda, se montaron decenas de plantaciones en el Nuevo Mundo, especialmente en el Caribe. Los primeros trabajadores contratados que trabajaron allí eran blancos, pero seguían enfermándose de enfermedades como la malaria y la fiebre amarilla.

Al necesitar más trabajadores e idealmente otros que no cayeran muertos de enfermedades tropicales, pronto pasaron a esclavizar gente de África. Se estima que al menos 10 millones de personas cruzaron el Atlántico. Solo en el viaje por el océano, entre el 8 y el 18% de ellos murieron, y el resto se vio obligado a llevar una vida degradante de trabajos forzados, muchos de ellos acabaron con miembros amputados o apenas subsistiendo.

A pesar de siglos de condicionamiento moral cristiano, los europeos  hicieron la vista gorda ante el secuestro masivo de millones de personas para satisfacer su nuevo gusto por los pasteles dulces. 

Los principales exportadores de esta sustancia eran dos colonias, una británica y una francesa, Jamaica y Saint-Domingue conocida como Haití hoy. Pero la razón por la que destaca Haití, no es tan solo por haber sido conocida como el París del hemisferio sur, cuando París era considerada la capital de Europa, sino por haber sido el único país en el que se produjo una revuelta liderada por esclavos. Esta es una de las principales diferencias entre la revolución de Haití y el resto de revoluciones del siglo XIX.

Un mundo de adictos al azúcar

Hoy en día, el azúcar solo se ha vuelto más popular, según el USDA nuestro consumo de azúcar se ha vuelto a cuadruplicar en las últimas décadas. En promedio, ahora más del 10% de nuestras calorías vienen de azúcares añadidos. Y el azúcar, que a nivel químico esta formado por sacarosa, un compuesto formado a su vez por fructosa y glucosa, es innecesario para la dieta humana. Ambos son compuestos que nuestro cuerpo puede generar por su cuenta, por lo que consumirlos, suele ser por gula.

El problema, es que el azúcar no solo no es necesario, sino que está relacionado con una serie de enfermedades crónicas, como la obesidad o la diabetes. Es responsable de la caries y la obesidad, y varios estudios demuestran que los países con el mayor consumo de azúcar, son los que tienen la mayor cantidad de pacientes de diabetes de tipo II, un tipo que se adquiere y que no suele tener causas genéticas.

Y aun así nos cuesta resistirnos a tomar una galleta más si está sobre la mesa. ¿Porqué es eso? 

La mayoría de nosotros diría que es porque el azúcar sabe muy bien. Una explicación más en profundidad es que los atracones diarios de azúcar liberan dopamina en nuestros cerebros de la misma forma que se forman las adicciones a las drogas. 

Sin embargo, en nuestra cultura, colocamos el azúcar en la categoría de “comida” y los niños la consumen felizmente a diario, a menudo mostrando arrebatos emocionales o angustia si no pueden conseguir su “dosis”.

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